jueves, 30 de octubre de 2014

Maestro "bueno", maestro "malo". Trabajando con las emociones.

Es tan habitual ver niños discutiendo, que la mayoría de las veces se toma como algo normal e intrascendente. Pero detrás de dos niños/as discutiendo siempre hay alguna emoción subyacente que no se está teniendo en cuenta. No es hasta que se sube mucho el tono de voz o se llega a las agresiones cuando se empieza a tener en cuenta estas discusiones. Se puede llegar a normalizar estas actitudes hasta tal punto que llegan a convertirse en una forma normal de comunicación, pero no por ello desaparece la violencia tanto implícita como explícita que se da durante el acto de discutir.

¿Que sucedería si una discusión se produce entre adultos que no están de acuerdo en un punto y llegan a hablarse de forma violenta o desagradable? O, pero aún, ¿Que sucedería si una persona  adulta se dirige de forma violenta a un niño o niña?

Como el movimiento se demuestra andando, nos hemos puesto manos a la obra y el maestro José Ramón y yo hemos hecho un "role playing" en clase con la intención de hacer conscientes a los alumnos y alumnas de la violencia que se desarrolla en una discusión y como eso nos afecta emocionalmente. Es algo que hacen entre ellos cada día de forma habitual sin pensar en ningún momento lo que piensa o siente la otra persona.

La actividad ha consistido en simular una discusión (previamente acordada) entre los dos maestros, en presencia del grupo de alumnos/as. Tras un periodo de discusión se les han hecho unas preguntas para que escribieran sus pensamientos, emociones, opiniones... por supuesto sin que ellos supieran que era una escenificación. Para darles más implicación en el asunto, el tema de la discusión ha versado en torno a la forma de actuar del profesor tutor con la clase y las actividades que deberían hacerse o no.

Tras la primera fase de discusión, hemos implicado a una alumna (informada previamente de que era una actividad ficticia) para descargar sobre ella algunas frases verbalmente violentas, con la intención de provocar sentimientos de empatía en sus compañeros y compañeras.

También tras esta fase se les han hecho preguntas relacionadas con las emociones que han sentido durante la agresividad verbal descargada sobre la compañera.

Una vez terminada la representación, se les ha desvelado el secreto, lo que, por suerte, les ha producido una gran sensación de alivio, además de mucho asombro.

A esta actividad han seguido unas explicaciones, informaciones y reflexiones sobre lo sucedido, buscando siempre la concienciación de la necesidad de tratarnos con respeto los unos a los otros.  Hemos hecho mucho hincapié en la necesidad de empezar a funcionar como un equipo, a dejar un poco de lado el individualismo para empezar a funcionar como grupo, pues es una habilidad imprescindible para adaptarse bien a la sociedad y, por supuesto, al mundo laboral y que está muy poco desarrollada.

Tras la lectura de lo que han escrito los alumnos y alumnas quedan claras muchas cosas, pero quizás las más significativas son, por un lado, que no son insensibles a los estados de ánimo de los demás y que les afectan mucho las emociones ajenas, por otro lado, que tienen una capacidad de empatizar mucho más desarrollada de lo que parece.

Ahora nos toca ponernos a trabajar sobre estas emociones y encontrar estrategia que nos ayuden a cambiar nuestra forma de relacionarnos con los demás, a ponernos en el lugar del otra/a, a cohesionarnos como grupo y a encontrar una forma de ser y estar con las personas mucho más respetuosa y equilibrada.

Creo que el susto de hoy ha merecido la pena, y nos va a servir para trabajar con los sentimientos, las emociones, los valores socialmente deseables y nos va permitir crecer un poco más como personas.

Para los alumnos y alumnas que lean esto hasta el final, ahí va el mensaje: "no sólo no he tirado la toalla, sino que ahora la tengo sujeta con más fuerza". Ellos/as sabrán de lo que hablo.

Por desgracia, la violencia verbal es para muchas personas adultas una forma habitual de hablar, razón por la cual muchos niños y niñas también lo adoptan como forma habitual de comunicación. Invito desde aquí a los adultos y adultas a cuidar su forma de hablar y expresarse, sobre todos con los menores, pues ellos toman nuestro ejemplo y reproducen nuestras maneras.

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